Ups!, mi madre está en Facebook


Tienes 30 años, pero tu madre no sabe que fumas. Hasta ahora. Alguna fotografía etiquetada en Internet te ha delatado. Jamás tu padre pudo escuchar, salvo de refilón y por accidente, las conversaciones picantes que tienes con tus amigos. Desde hace unos meses estás seguro de que las lee. Todo, de la mano de Facebook y otras redes sociales. Lo que comenzó siendo un espacio para universitarios, jóvenes y adolescentes se ha convertido en un lugar plural en el que convive gente de todos los perfiles y en el que interactúan personas de tres generaciones. Con sus ventajas y desventajas. Como la mezcla de contactos. Y eso no gusta a todas las edades. Muchos adolescentes se quejan de que esta supone una invasión del que consideran su espacio virtual por parte de sus progenitores, a quienes acusan de espiar sus perfiles y ser indiscretos en sus comentarios.
Cada vez son más padres los que solicitan entrar en el círculo de amigos de sus hijos. Este paso les otorga, como a cualquier amigo virtual salvo restricción específica, permiso para seguir sus charlas, publicaciones y ver sus fotografías. Así, para algunos progenitores, las redes sociales son como asomarse a la ventana de la vida social de los hijos, algo que, probablemente, de otra forma nunca hubieran logrado.



Pero no solo ellos están en Facebook, Twitter, Hi5 … Jefes y compañeros de trabajo comparten espacio en Internet. Incluirles en las redes sociales significa abrir una rendija a la vida y la personalidad fuera del espacio laboral. Y no todos son conscientes de lo que supone. Para algunos expertos esa convivencia virtual fortalece las relaciones familiares y laborales. Para otros, sin embargo, no hace sino perjudicarla. Todos ellos avisan: cuidado con los datos, los comentarios y las fotografías compartidas en la Red.

Odio que mis padres estén en Facebook. No a la invasión de padres en las redes sociales. Cero padres en Facebook… Grupos como estos, contra la entrada de progenitores en las redes sociales proliferan. Tienen una explicación: alrededor del 70% de los padres que tienen Facebook -una de las redes sociales con más usuarios, 500 millones en todo el mundo- ha enviado a sus hijos una solicitud de amistad. Y la contraparte: el 39% de los hijos que aceptó la petición les rechazaría si pudiera, según una encuesta realizada por la consultora Nielsen para la compañía de servicios digitales AOL. La investigación -realizada con una muestra de 1.024 padres y 500 adolescentes de entre 13 y 17 años- revela que en el 41% de los casos aceptar la amistad de los padres en la Red es requisito indispensable para tener permiso para usarla. Y más allá, según los autores del estudio, un alto porcentaje de los padres utiliza las redes sociales para ver cómo se comportan sus hijos.

Artemio Baigorri, profesor de Sociología de la Universidad de Extremadura y miembro del Observatorio de Cibersociedad, sostiene que muchos progenitores que hasta ahora veían con auténtico pánico la erupción de las redes sociales y el uso que sus hijos hacían de ellas han perdido el miedo y han pasado directamente a la ofensiva. “Han empezado a utilizarlas, muchos de ellos simplemente para ver qué son. Otros directamente para controlar”, dice. Sin embargo, hace una precisión: “Ese salto a la Red se ha producido, sobre todo, en las clases medias. No olvidemos que no todo el mundo tiene acceso a Internet y que muchos padres siguen siendo analfabetos digitales”.

Padres curiosos, temerosos y controladores ha habido siempre, dice, pero para este sociólogo experto en tecnologías de la información las redes sociales han logrado que el porcentaje de estos que intentan averiguar qué hacen sus hijos a través de las redes sociales sea mucho mayor que los que antes se daban un paseo por las zonas de botellón o por las puertas de las discotecas para ver qué hacían sus hijos. “Facebook y otras redes similares facilitan y modifican las relaciones sociales. También entre padres e hijos como ya hizo el teléfono móvil, un instrumento que se ha convertido en cordón umbilical con la familia que ha generado más libertad pero también ha incrementado el control hacia los hijos”, dice Baigorri, que sostiene que la exposición de la vida en las redes sociales nos retrotrae a las sociedades rurales de hace décadas en las que el ojo del padre o del grupo sobre el comportamiento del individuo era total. “Es como vivir permanentemente en un patio de vecinos”, considera.

El uso y la necesidad de control paterno, sin embargo, dependen de la edad. No es lo mismo el uso que hace de ella un adolescente de 13 años que un joven de 18. Tampoco los peligros a los que se enfrentan -y las armas para hacerles frente- son los mismos. Ni los miedos de los padres.

Rosalía de Miguel permite que su hija Ana, de 14 años, esté en una red social con una condición. “Que me agregue como amiga para que yo también vea qué se hace en esas páginas”, cuenta. La chica ha cumplido el trato, pero su madre reconoce que a la adolescente no le hace mucha gracia tenerla en su lista de amigos. “Yo no le hago comentarios públicos, pero admito que quizá no sea del todo guay que tus amigos vean que tienes a tu madre en tu página. Están en un momento y en una edad en el que no se dan cuenta de los riesgos que entraña Internet y quieren su libertad y privacidad ante todo. Yo no busco quitársela ni invadirla, solo compartir con ella un espacio que está siendo cada vez más importante en su vida”, dice De Miguel.

Guillermo Cánovas, presidente de Protégeles, una organización de protección de la infancia ante las nuevas tecnologías , no está de acuerdo con la visión de De Miguel. “Vemos bien que los padres entren en las redes sociales para ver su funcionamiento y los riesgos que estas suponen. Que las conozcan. También es conveniente que lo hagan para que puedan hablar el mismo idioma que sus hijos, para saber si es fácil acceder a un perfil, o ver una fotografía si no estás agregado como amigo; pero existe un límite, hay que conjugar eso con la privacidad de los menores”, dice. “Permitir su acceso al círculo de amigos, que unos padres observen las conversaciones que están teniendo sus hijos en una red social es como si pusieran un micro en el banco del parque en el que se reúnen para escuchar lo que hablan con sus amigos. De hecho, ningún padre se plantearía hacer eso en el patio del colegio”, añade.

Apunta otro detalle: “Aquellos padres que entran en el perfil de su hijo tienen que tener en cuenta que están invadiendo no solo la privacidad de este, sino también la de otros menores cuyos padres, además, pueden no estar de acuerdo con que un adulto, a pesar de que sea el padre de un amigo de su hijo, pueda ver las conversaciones o las fotografías de sus hijos”. Además, sostiene que su presencia puede coartar la libertad del menor: “Si tiene a su padre agregado tendrá en cuenta que puede ver todos los comentarios que haga, por ejemplo”.

Cánovas explica que lo importante es educar a los menores para que aprendan a utilizar las redes sociales, si se hace así, dice, no hay por qué tener miedo. “Se trata de que los perfiles de los menores de 18 años sean, por defecto, privados. Así lo ha solicitado la Comisión Europea y las empresas ya se han comprometido a ello. También se debe concienciar a los propios menores de que solo acepten como amigos en las redes sociales a personas que conozcan físicamente. Si aceptan y cumplen estas dos normas no es posible que extraños entren en sus perfiles”, dice el presidente de Protégeles.

Los miembros de esta organización, que imparte talleres para padres y menores, ponen un ejemplo que refleja los riesgos de la Red: “Antes de compartir una foto en Internet tienes que pensar si te apetece que la vea tu familia, o tu jefe dentro de 10 años… Una vez que la imagen está en la Red, aunque la hayas subido de forma restringida a ciertos usuarios, puede ocurrir que se difunda en ámbitos que no habías pensado. Un amigo puede copiarla, por ejemplo, y distribuirla…”, explica Cánovas. Teóricamente los menores de 14 años no pueden tener un perfil en las redes sociales, pero en la práctica este dato es difícil de comprobar y los perfiles de adolescentes de 13 años y menos existen. De hecho, el perfil del 77% de los menores que usan las redes sociales no está protegido y es visible al resto de los usuarios, según datos del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información.

Alonso Hurtado, abogado especializado en nuevas tecnologías, sostiene, sin embargo, que el contacto entre los menores y sus padres en las redes sociales puede ser positivo. “En la medida en que sea el menor libremente quien acepte al padre como contacto, está bien. Todo depende de la finalidad para la que el padre busque ser contacto del menor; no tiene por qué ser para espiarle, sino simplemente para tener también un vínculo en las redes sociales que son cada vez más parte de la vida”, dice.

Comprende la incertidumbre y la curiosidad de los progenitores por ver a qué dedican el tiempo sus hijos en la Red. También por conocer con quién hablan en ella. “Un padre pregunta a su hijo con quién va al parque y a qué. En Internet es lo mismo”, dice.

Un estudio realizado por investigadores de la London School of Economics y publicado en el Journal of Youth Studies entre universitarios de 21 a 26 años revela que los jóvenes conciben su perfil de red social y su círculo de amigos virtuales como su mundo privado. Y dentro de esta privacidad los padres no son bienvenidos, afirman. Las razones son varias, desde la vergüenza a que los padres puedan ver fotografías o comentarios comprometidos hasta la preocupación de que la madre se vea expuesta y se vuelva vulnerable en la Red. Por esta razón, son muchos los que preferirían no agregar a sus padres como amigos. Aunque los encuestados también reconocen que si estos se lo pidieran lo harían para no herir sus sentimientos.

Así lo ha hecho Héctor Freire. Cuando hace un año se fue a vivir a Londres su madre le envió una solicitud de amistad de Facebook. “Hombre, mucha gracia no me hacía, sobre todo porque no me apetecía que viera mis fotos o algunos comentarios… Pero me daba cosa decirle que no”, cuenta el joven de 22 años. La aceptó, y después se enteró de que podía restringir su perfil para que algunos usuarios no vieran toda su información: los comentarios en su muro, sus fotos o vídeos… Así lo hizo. “Creé grupos y así decido qué quiero compartir con cada quien. A lo mejor no me apetece que mi madre o algunos amigos vean determinadas fotos o comentarios”, cuenta. Una vez hecho esto encuentra muy práctico el contacto a través de la red social: “Mi familia sabe que estoy bien, ven lo que hago y me ahorro el típico correo electrónico eterno en el que hace unos años hubiera tenido que contar punto por punto hasta lo que he comido”.

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